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sábado, 23 de agosto de 2008
EL DIRIGENTE POLÍTICO, por Raúl Alfonsín.

El dirigente político, por Raúl Alfonsín *

Sería absurdo pensar en una política “al vacío”, llevada por la lógica de los acontecimientos, que hiciera que por el sólo transcurso del tiempo las ideas falsas de una sociedad desaparecieran para abrir paso a los consensos relacionados con la verdad y la ética. Todos sabemos que una política “al vacío” es una contradicción.


En el inicio de una intención política es difícil alcanzar a entender su naturaleza e incluso será raro que haya acuerdo acerca de su mismo significado. Y, por eso, en los comienzos de un proceso político suelen prevalecer en el marco de la desorientación generalizada los aspectos mas emotivos por encima de los racionales.


En los primeros pasos del cambio es lógico que la política se exteriorice más en los aspectos conflictivos que en los consensuales. Los primeros son, por cierto, los que guían la nueva actividad política, y generan adhesiones mas o menos superficiales, en consonancia con las ideas y situaciones de cada uno.


Por eso es que en la búsqueda del consenso suele jugar un papel importante el dirigente político, cuya misión principal es explicar y señalar caminos que lleven hacia aquel.


Sin embargo, hay que estar precavido ante la aparición del “líder”. A veces se sirve del conflicto y aún lo exacerba: la historia está llena de ejemplos, algunos verdaderamente monstruosos, que lo prueban. La presencia de un líder fuerte es siempre peligrosa para la democracia, que reclama que se sigan ideas y no hombres. El líder es depositario de confianzas extremas, ya que se suele fantasear acerca de sus aptitudes. Para “mejorarlo” se maquilla su personalidad con toda suerte de “anécdotas”. Cada uno proyecta en él su responsabilidad y así actúa como paralizante o anestesiante de la acción y el pensamiento. Después viene el desencanto, desencadenante de nuevos problemas para la democracia.


En los tiempos en que vivimos, la política necesita de dirigentes que procuren apelar permanentemente a la racionalidad de la sociedad, haciéndolo con el coraje necesario para no arredrarse ante el poder económico o el de los medios masivos de difusión, y con humildad suficiente como para ejercer su función a través de la docencia, la explicación, el análisis y la autocrítica.


Es verdaderamente lamentable el espectáculo que dan, por otra parte, dirigentes políticos que mas que tales parecen seguidores de encuestas o vendedores de productos preocupados por no decir nada que pueda “caer mal”. Esta es una forma de conspirar contra la democracia, contra el consenso. Es una forma de traicionar a la sociedad. Y es también una manera de matar a la política. Además, a la larga, la gente tampoco compra ese “producto”.


Desde luego que la actividad del político es compleja y difícil. Sufre las presiones de sus posibles electores de manera asaz dramática, desde que se supone que es el depositario no simplemente de la responsabilidad de la confianza otorgada, sino de una suerte de delegación de la responsabilidad, de modo que debe afrontar todos los problemas y resolverlos, mientras que su votante supone que ya ha cumplido con su obligación, por el sólo hecho de elegirlo.


La primera consecuencia de esta actitud, claro está, es que ningún político que se precie puede admitir, al menos fácilmente, que no tiene solución para un problema. Reconocerlo provoca la ira o la burla de los “académicos” de la política, que siempre saben perfectamente lo que hay que hacer y lo manifiestan con sorprendente liviandad. Suelen ser especialistas en alguna cosa, pero por lo general no saben de qué se trata. Y ya lo sabemos, el aplomo es la “virtud” de los ignorantes.


El político sufre la sensación de la impotencia mas que nadie. Sobre todo en los tiempos actuales, donde muchas decisiones políticas se toman fuera del campo político, casi irrisoriamente pequeño, especialmente en los países en vías de desarrollo, que de manera creciente sufren los efectos devastadores de una suerte de plutocracia universal que se ha apoderado de los resortes del poder a través de la globalización de la economía o, mas precisamente, de las finanzas.


No es cuestión, entonces, de transferir responsabilidades y ponerse a mirar qué es lo que hace el “elegido”.


Para seguir realmente el camino del progreso con justicia y libertad hace falta el consenso que lo viabilice primero y lo impulse después, sino queremos caer prisioneros de la técnica, cada vez mas misteriosa en sus insólitos avances sobre la determinación de las reacciones de la sociedad.
*Seleccionado del libro “Democracia y consenso”, págs. 45/47; Ediciones Corregidor, Marzo de 1996.
Comentarios:
Me gustaría tener tu email para poder invitarte a un seminario sobre política 2.0 que creo pueda llegar a interesarte.

Te dejo mi email: laurarivieri@gmail.com

Saludos,
Laura
 
Adelante con el dia del Militante RADICAL, estoy de acuerdo.

Salu2.

Mi MADRE es mi PATRIA y mi NOVIA es mi BANDERA.
 
GOOGLE SE EQUIVOCA EN UN MAPA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, ESTA ENTRE MIS POST. QUE MAL NO LE HACEN HONOR AL NOMBRE.

SALU2.

MI MADRE ES MI PATRIA Y MI NOVIA ES MI BANDERA.
 
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